Compartimos parte del reportaje a fondo realizado por Amnistía Internacional sobre la figura de Eleanor Roosevelt primera dama de los Estados Unidos entre 1933 y 1945. Se convirtió en delegada de su país ante las recién creadas Naciones Unidas tras la muerte de su marido Franklin Delano Roosevelt y jugó un papel fundamental en la elaboración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Su aprobación el 10 de diciembre de 1948 la convirtió, en palabras del presidente estadounidense Harry Truman, en “la primera dama del mundo”.
Eleanor Roosevelt fue la presidente de la Comisión de Derechos Humanos, compuesta por 18 miembros de distintos contextos políticos, culturales y religiosos, y del comité de ocho personas que prepara la redacción del texto.
Comienzan dos años de trabajo intenso en los que el papel de Eleanor Roosevelt y de otras mujeres presentes en la Comisión de Derechos Humanos es fundamental para aunar voluntades y garantizar un texto que realmente aspirase a la universalidad y, como elemento clave de la misma, a la igualdad de género.
La política y diplomática india Hansa Mehta consigue sustituir la frase inicial del artículo 1 de la Declaración “todos los hombres nacen libres e iguales” por “todos los seres humanos…” . Por su parte, la diplomática dominicana Minerva Bernardino consigue que “la igualdad de derechos entre hombres y mujeres” se reconozca en el preámbulo del texto.
En un mundo de nuevo dividido en dos bloques -el capitalista y el comunista- tras la Segunda Guerra Mundial, Eleanor Roosevelt tiene que hacer numerosos equilibrios para consensuar el texto. Finalmente, en septiembre de 1948, la Comisión de Derechos Humanos presenta un primer borrador a la Asamblea General.
El texto definitivo, tras recoger observaciones formuladas por 50 de los 58 Estados Miembros de la ONU en ese momento, es aprobado el 10 de diciembre de 1948 en la tercera Asamblea General de las Naciones Unidas reunida en París por 48 votos a favor, ocho abstenciones (los países del bloque comunista y Arabia Saudí) y dos ausencias (Honduras y Yemen).
En su discurso de presentación del texto de la Declaración Universal de los Derechos Humanos a la Asamblea General, una emocionada Eleanor Roosevelt, proclama: “Nos encontramos en el umbral de un gran acontecimiento (…) Esta Declaración Universal de Derechos Humanos bien puede llegar a ser la Carta Magna de la Humanidad”.
Es consciente, sin embargo, de que la Declaración no es un punto de llegada, sino una casilla de salida: “Tenemos mucho que hacer para lograr plenamente y asegurar los derechos enunciados en esta Declaración. Pero una vez aprobada, se habrá dado un gran un paso adelante”.
Eleanor Roosevelt recoge en sus palabras el sentir de muchas personas que aspiraban a un mundo sin guerra y con progreso y armonía social tras las atrocidades vividas en las dos guerras mundiales, incluyendo el horror de los campos de concentración y exterminio nazi.
Así lo siente también el entonces presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas, el australiano Herbert V. Evatt: “Millones de personas recurrirán a este documento en busca de ayuda, guía e inspiración. Este es el primer paso de un proceso evolutivo”.
Queda mucho camino por recorrer para hacer realidad los derechos humanos proclamados en la Declaración Universal. Pero, para Eleanor Roosevelt, la dirección estaba clara: “el cambio verdadero que permitirá a toda la gente disfrutar de sus derechos humanos debe producirse en el corazón de las personas”.
Ella se pregunta: “¿Dónde, después de todo, comienzan los Derechos Humanos? En lugares pequeños, cercanos a casa. Tan cercanos y tan pequeños que no pueden localizarse en ningún mapamundi: el entorno de cada persona, el barrio en el que vive, la escuela o universidad a la que asiste; la granja, la fábrica o la oficina en la que trabaja”.
“Esos -continuaba- son los lugares en los que todo hombre, mujer y niño busca igual justicia, igual oportunidad, igual dignidad, sin discriminaciones. Si estos derechos no significan nada allí, no significan nada en ningún sitio. Sin una acción ciudadana concertada para hacer valer estos derechos cerca de casa, en vano buscamos el progreso a mayor escala”.
Quedan pocas dudas. El camino de los derechos humanos es largo, pero la dirección y el equipaje que necesitamos para recorrerlo están bien claro desde que hace más de 70 años, Eleanor Roosevelt, la “primera dama del mundo”, nos los indicó.
Te sugerimos leer la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, Nueva York, 18 de diciembre de 1979.
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Puedes ver todo el reportaje en este enlace.